jueves, 8 de diciembre de 2011

Arzobispo mayor de los siro-malabares: “El Papa actual está salvando realmente a la Iglesia de nuestro tiempo”

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39-10-011bis

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Presentamos una interesante entrevista al Arzobispo mayor de la Iglesia siro-malabar, George Alencherry, elegido este año como cabeza de la segunda Iglesia oriental católica más numerosa. En esta entrevista, en la cual se refiere a las riquezas y dificultades de su Iglesia, a los pedidos que han hecho al Santo Padre en su reciente visita a Roma, y a la importancia de la liturgia, también habla de las interpretaciones incorrectas del Concilio Vaticano II y del providencial rol que el actual Sumo Pontífice está teniendo para “salvar a la Iglesia de nuestro tiempo”.

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Roma está lejos del Malabar. Pero si se quiere percibir qué es realmente la proximidad que connota y expresa la Communio Eclesiarum basta mirar el hilo de gratuito y recíproco reconocimiento que une a la Iglesia de Roma y la Iglesia siro-malabar. Dos realidades que, por casi diez siglos, no han compartido ningún tipo de vínculo jurídico-institucional. George Alencherry, elegido en el pasado mes de mayo Arzobispo mayor de esa Iglesia india de rito oriental florecida por la predicación del apóstol Santo Tomás, en el mes de octubre vino a Roma a encontrarse con el Sucesor de Pedro en su sede apostólica. Con ocasión de su viaje a Roma, la cabeza de la comunidad católica de rito oriental más numerosa y relevante después de los greco-católicos ucranianos, ha querido encontrarse también con 30Giorni.

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Beatitud, ¿nos habla de su encuentro con el Santo Padre?


Yo he sido elegido Arzobispo mayor por el Sínodo de la Iglesia siro-malabar en mayo, y luego el Papa confirmó mi elección. Este procedimiento ha sido aplicado por primera vez: de hecho, los dos arzobispos mayores que me han precedido habían sido elegidos directamente por la Santa Sede. La elección tuvo lugar el 24 de mayo y el 29 de mayo me instalé como Arzobispo mayor y arzobispo de la diócesis de Ernakulam-Angamaly. La de octubre ha sido mi primera visita como Arzobispo mayor al Papa, junto con el Sínodo permanente de nuestros obispos. Ha sido la ocasión para renovar como Arzobispo mayor mi declaración de fidelidad y obediencia al Sucesor de Pedro. Durante el viaje he visitado también otros dicasterios de la Santa Sede, en particular la Congregación para las Iglesias Orientales.

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¿Qué argumentos habéis tratado en vuestros encuentros en el Vaticano?


Hemos hablado mucho de los problemas de jurisdicción que crean obstáculos a nuestra obra pastoral. Los fieles de la Iglesia siro-malabar son cerca de cuatro millones, de los cuales tres millones cuatrocientos mil viven en las veintiocho diócesis en India. De estas diócesis, dieciocho se encuentran en el territorio propio (Kerala, parte del Tamil Nadu y Karnataka) de la Iglesia siro-malabar. Nosotros tenemos una jurisdicción territorial sólo en estas dieciocho diócesis. Y nos gustaría tener una jurisdicción territorial que cubra todo el territorio de la India: ésta es una de nuestras solicitudes al Santo Padre, y para nosotros es un pedido importante. Creemos que es nuestro derecho. Antes de la llegada de los misioneros occidentales – los portugueses llegaron en el siglo XVI – la jurisdicción nuestra, “cristianos de Santo Tomás”, se extendía en toda la India. Luego los misioneros occidentales, a causa de la influencia de los soberanos europeos, tomaron la jurisdicción de la India, restringiendo la nuestra a las áreas donde estábamos más concentrados.

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Vuestro pedido puede parecer una reivindicación de derechos pasados ya sepultados por la historia…


No, es una cuestión que concierne al presente, en términos muy concretos. Nuestros fieles crecen en número y se difunden en otras regiones. Pero allí ocurre que nuestra gente no encuentra una adecuada cura pastoral en continuidad con la propia tradición, y sufre por esto. Nuestros fieles están acostumbrados a nuestra liturgia, a nuestras costumbres, a nuestras modalidades de oración y de participación de los laicos en la administración de las parroquias. El rol de los laicos en la vida de las parroquias y en la catequesis es una peculiaridad de la Iglesia siro-malabar. En muchas grandes ciudades hay grandes concentraciones de fieles siro-malabares: setenta mil en Delhi, cincuenta mil en Chennai y Bangalore, cerca de veinte mil en Hyderabad. Quisiéramos poder establecer diócesis al menos en estos grandes centros urbanos.

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¿Y qué respuesta os han dado?


La Santa Sede nos ha dicho que, en línea de principio, tenemos derecho a la jurisdicción. Pero, dado que en las otras regiones se ha instalado la Iglesia latina, es necesario establecer algún tipo de entendimiento concordado con los latinos. El Santo Padre comprende nuestras necesidades y nos ha explicado que será necesario proceder de a un paso por vez. Nos ha recordado las palabras del Concilio Vaticano II, según las cuales cada Iglesia sui iuris tiene derecho a poder vivir en autonomía. Hay una anomalía histórica que debe ser corregida. Nosotros somos pacientes, pero no es justo que se siga delante de este modo.

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¿Cuáles son las objeciones que son puestas a vuestro pedido?


Ya ahora la Iglesia siro-malabar, la siro-malankar y la latina tienen diócesis que se sobreponen en nuestro territorio histórico. Sin embargo, algunos obispos piensan que podría haber dificultades si nosotros extendemos nuestra jurisdicción a territorios que caen en sus diócesis. Tenga en cuenta que en algunas diócesis latinas actualmente los siro-malabares representan una gran parte de los fieles atendidos por los sacerdotes latinos. Si extendiéramos la jurisdicción, en algunas de aquellas diócesis latinas podrían quedar poquísimos fieles de rito latino. Otra preocupación se refiere a los sacerdotes siro-malabares que han aprendido el rito latino y trabajan en las diócesis latinas. Hay más de treinta obispos de origen siro-malabar que trabajan como obispos latinos en las diócesis del norte.

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Y fuera de la India, ¿cómo van las cosas?


Hay un gran número de fieles siro-malabares fuera de la India. En los Estados Unidos son cerca de cien mil, y para ellos ha sido instituida una diócesis que tiene su centro en Chicago. La mayor parte de los fieles en el exterior se concentran en el Golfo Pérsico. En Arabia Saudita son más de ochenta mil, casi todos trabajadores que se han trasladado allí de manera permanente. El Papa ha nombrado dos vicarios apostólicos y un nuncio, pero los sacerdotes que han sido encargados del cuidado de aquellos fieles, aún siendo de origen siro-malabar, han adherido a las congregaciones latinas y son latinos de formación. La ausencia de sacerdotes de nuestro rito ha creado algunas tensiones en aquellos países. Es otro problema que hemos presentado a la Santa Sede; esperamos ser escuchados.

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¿Cómo procede la colaboración entre las diversas Iglesias católicas en la India?


Las tres Iglesias, latina, siro-malabar y siro-malankar, son parte de la única Iglesia universal, y hay una Conferencia episcopal de los obispos de las tres Iglesias. En esa Conferencia trabajamos juntos sin ningún problema. La Iglesia católica es comunión de diversas Iglesias particulares: hay veintidós Iglesias orientales, que junto a la Iglesia latina componen la Iglesia universal. Sólo a partir de esta teología es posible el ecumenismo: si los greco-ortodoxos percibieran la existencia de esta comunión, se unirían a los católicos. Ecumenismo no es llevar a la Iglesia ortodoxa bajo la administración de la Iglesia latina. Nosotros, desde dentro, pedimos un ecumenismo real. Los ortodoxos lo piden desde fuera. Pero algunos de entre los latinos no lo comprenden.

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¿Y las relaciones con los hindúes?


En general, el hinduismo es una religión que promueve paz y armonía. La mayor parte de las personas nos mira con simpatía, y trabajamos juntos. Pero como sabéis, en el pasado reciente ha habido grupos de fundamentalistas que han creado problemas. En todo país, por un motivo u otro, existen los fundamentalistas. Así como existen los extremistas políticos, que llamamos terroristas. En India existen grupos extremistas dentro del hinduismo: quien cree en el auténtico hinduismo no los ama, pero estos grupos crean problemas sobre todo a los cristianos. Temen que los cristianos, por medio de las conversiones, tomen el control del país. Pero es un miedo sin fundamento y los cristianos, por el contrario, no reaccionan con violencia frente a sus ataques. El gobierno lo sabe y nos está ayudando.

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La Iglesia siro-malabar ha permanecido en la fe de los apóstoles viviendo en medio de una cultura enraizada en otros presupuestos religiosos. Este es un espléndido testimonio del hecho que la Iglesia es de Jesucristo (Ecclesiam Suam, escribió Pablo VI). ¿Qué puede sugerir a la entera cristiandad la historia de los cristianos siro-malabares?


La herencia que llevamos con nosotros es el resultado de veinte siglos de testimonio de la fe católica, a la que hemos permanecido siempre fieles, incluso cuando existían serias incomprensiones por parte de los misioneros extranjeros. Nuestra Iglesia tiene un estilo único de catequesis: en las familias, en las parroquias y en las escuelas, en estos tres niveles enseñamos a los niños a custodiar la fe. Aquí en Roma hay cerca de seis mil fieles siro-malabares: el 16 de octubre hemos celebrado una hermosa liturgia en la Basílica de Letrán. La Basílica estaba llena.

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La Iglesia siro-malabar ha confirmado la comunión con Roma después de siglos de ausencia de contactos. Es el signo de que la comunión de la Iglesia no es principalmente resultado de relaciones jurídicas…


La nuestra es la fe de los apóstoles, transmitida por santo Tomás. Santo Tomás no habría podido iniciar una nueva Iglesia por fuerza propia. También en India él hizo sólo aquello que Jesús le había pedido que hiciera. Por el mismo motivo, Tomás y todos aquellos que de él han recibido el anuncio evangélico están en comunión con Pedro, y esto es garantía de nuestra fe. La fidelidad al Papa viene de nuestra experiencia de la fe: rezamos por el Papa en la celebración eucarística, consideramos en la liturgia a los santos de todas las Iglesias particulares junto con los nuestros. Doctrinalmente, custodiamos lo que hemos recibido del Credo de Nicea. La Eucaristía y los otros sacramentos, por don del Espíritu Santo, nos unen en la Iglesia una, santa y apostólica.

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¿Nos habla de vuestra devoción por santo Tomás?


Después de las fiestas de Nuestro Señor, desde la Navidad hasta la Pascua, y las fiestas de la Santísima Virgen – Inmaculada Concepción, Natividad y Asunción -, la fiesta más solemne en la Iglesia siro-malabar es la “dukhrana”, o conmemoración de santo Tomás. La celebramos en todo el mundo; incluso en Arabia Saudita, donde no se pueden tener celebraciones oficiales, más de trescientos fieles se han reunido en un lugar privado y me han llamado por teléfono, pidiéndome una bendición. Según la tradición, Tomás fundó siete comunidades en la India. Aquellos lugares se han convertido en otras tantas metas de peregrinación. Y el primer domingo después de Pascua se celebra la fiesta de santo Tomás que toca el costado de Jesús. Es una gran fiesta, en la que participan muchos hindúes.

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El cardenal Levada, en el último Sínodo de las Iglesias orientales, anunció que consultaría a los patriarcas orientales sobre una posible reforma del ejercicio del ministerio petrino. ¿Qué sugiere, en particular con respecto a las relaciones con las Iglesias orientales?


La Iglesia católica, a través del Consejo para la Unidad de los Cristianos, ya ha iniciado un diálogo sobre el primado. Pienso que se debe proseguir ese diálogo y buscar un acuerdo común con las Iglesias de Oriente, como había en los primeros cuatro siglos de la cristiandad. En aquel tiempo había una comprensión común del primado. Ahora la Iglesia ortodoxa objeta que es imposible remontarse a la teología precedente al Concilio de Calcedonia porque no poseemos ningún documento de aquella época. Pero creo que también a partir de los documentos y pronunciamientos sucesivos al tiempo de Calcedonia es posible un diálogo y un acuerdo sobre el ministerio petrino. Porque existe la expresión primus inter pares. Todos nosotros tenemos necesidad de un ministerio petrino que sea referencia de unidad para todas las Iglesias. Yo tengo la esperanza de que se encuentre un punto a mitad de camino donde la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas puedan encontrarse en la plena comunión de la Iglesia de Cristo.

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Por siglos vuestra Iglesia ha debido hacer frente a los procesos de “latinización” puestos en marcha con ustedes. Estaba quien os creía heréticos o cismáticos porque teníais vuestras oraciones, vuestras liturgias y no hablabais latín. ¿Ve todavía hoy circular residuos de aquella mentalidad?


El modo de pensar ha cambiado mucho, también en la Iglesia latina. Entre los teólogos, entre la mayor parte de los obispos, y en la Sede Apostólica. El Padre Placid Podipara CMI, un teólogo e historiador muy renombrado de nuestra Iglesia, ha dicho que la Iglesia siro-malabar es cristiana por fe, hindú por cultura y oriental en el culto. Desafortunadamente los misioneros que llegaron en el siglo XVI no lo comprendieron. No tenían malas intenciones, era la actitud del tiempo. Pero ahora, aquello que ellos pensaron que era equivocado puede ser restaurado. Esto es lo que dice el Concilio Vaticano II. Mucho ha cambiado, pero donde este cambio no se ha dado, hay problemas. Se lo he dicho también al Papa; he dicho: “Santidad, hay muchísimos obispos latinos que comprenden correctamente la eclesiología de comunión, pero hay otros…”.

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La liturgia ha tenido un rol central para la continuidad histórica de vuestra Iglesia. ¿Cómo ve la importancia reconocida a la liturgia por el magisterio del Papa actual?


El magisterio del actual Papa está realmente salvando a la Iglesia de nuestro tiempo. Hay muchas aberraciones que estaban penetrando en la Iglesia, a veces en nombre del Concilio Vaticano II. Hay alguno que ha interpretado mal aquel Concilio, deteniéndose en las cosas accidentales y perdiendo de vista lo esencial. El Papa quiere seguir lo que el Vaticano II realmente ha querido decir. Y cuando él, poco a poco, logre hacer pasar estas cosas, la Iglesia estará realmente unida. La disipación y la mundanización de la Iglesia están realmente extendidas, especialmente en Europa, y para la recomposición se necesitará más tiempo. Pero este es el intento del Papa, y la Iglesia siro-malabar está con él.

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Sin embargo, ha habido también en la Iglesia siro-malabar controversias encendidas entre quien sostiene la recuperación integral del patrimonio litúrgico tradicional y quien juzga esto una forma de esteticismo tradicionalista. Entre “caldeízante” y “latinizante”…


Diría una cosa: si algo es caldeo, o europeo, o de cualquier otro lugar, lo que es válido, es válido. Pero algunos, como consecuencia de la latinización, se han convencido de que lo que pertenece a la cultura occidental es bueno y lo que viene de Oriente no es bueno. Es una impresión creada por la latinización, a la que hemos sido sometidos durante tres siglos. Si bien la Iglesia universal con el Concilio Vaticano II nos ha restituido la libertad de recuperar los elementos válidos de nuestro patrimonio, una buena parte de la Iglesia los ha olvidado y no siente la exigencia de esta recuperación. Dicen: “sigamos yendo hacia delante con lo que tenemos ahora, y si se necesita otra cosa, tomémosla de la Iglesia latina”. Esta es su actitud. Otros responden que para continuar siendo lo que somos, debemos antes que nada recuperar lo que ha sido quitado y hemos perdido. Yo, en mi oficio, trataré de crear más unidad y también una cierta uniformidad en las celebraciones litúrgicas. No una uniformidad integral sino una unidad en lo esencial. Que debe realizarse de forma gradual. Por ejemplo, antes en la Iglesia latina estaba quien decía que nosotros celebramos mirando a la pared. Pero mirar hacia Oriente no es tener la cara hacia la pared. Es mirar hacia donde viene el Señor. En la teología de nuestra Iglesia, el pueblo y el celebrante ofrecen juntos el sacrificio a Dios Padre, dirigidos a Oriente.

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La India se está convirtiendo en una especie de superpotencia geo-económica. Hay nuevos problemas. ¿Cómo afectan estos procesos vuestro trabajo pastoral?


El mundo que cambia, también nos cambia a nosotros. Nuestros fieles emigran, para estudiar o buscar trabajo. Sólo una tercera parte de ellos viven en las diócesis originarias. Cerca de dos tercios están fuera, en las grandes ciudades. En América y en Europa hay doctores, empresarios, comerciantes siro-malabares que están subiendo en la escala social. Si a nosotros se nos reconoce la jurisdicción universal sobre nuestros fieles, podemos realmente favorecer esta energía de modo que su fuerza esté al servicio de la Iglesia universal. De otra manera, aquello que perdamos nosotros lo perderá la Iglesia universal. Y si nuestros fieles encuentran dificultades para permanecer en contacto con el patrimonio espiritual propio, buscarán el sentido espiritual en los grupos pentecostales o en realidades de ese género. Y esto ya está ocurriendo. Estamos perdiendo a nuestros fieles. Ellos llegan desde la India a Occidente, encuentran alguien que les dice: “¿por qué debes ir a las iglesias de los latinos? Ven con nosotros, rezamos juntos”. Hemos perdido a muchos. Nosotros estamos angustiados por esto y hemos expresado nuestras angustias a los dicasterios vaticanos. Todos parecen comprender lo que decimos pero luego no se toman decisiones. Se debe consultar a muchas personas, y el tiempo pasa. Y las cosas empeoran. Muchos no parecen entender que si florece y prospera la Iglesia siro-malabar, florece la Iglesia universal. Porque cada Iglesia particular es para la Iglesia universal. Y también la Iglesia latina es una Iglesia particular. Mientras que, en las cabezas de algunos, universal coincide con latino. Ésta, obviamente, no es la doctrina oficial. No es el pensamiento de ningún teólogo serio. Pero continúa siendo una mentalidad difundida en muchos, y provoca retrasos.

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En los pasados días, en la Pontificia Universidad Gregoriana, se ha realizado un importante Congreso internacional sobre la así llamada Anáfora de Addai y Mari. ¿Por qué esta anáfora tiene una importancia particular desde el punto de vista ecuménico y litúrgico?


La de Addai y Mari es la anáfora más antigua en la Iglesia universal. En ella nosotros percibimos la más sencilla teología de los Evangelios, la comprensión más germinal del misterio de Cristo, sin las formulaciones doctrinales venidas después. Así como el Evangelio de San Marcos es el Evangelio más sencillo, la de Addai y Mari es la liturgia más sencilla. De este modo, cuando la celebramos, experimentamos intensamente la presencia de Jesús con nosotros. También las expectativas y las súplicas de la Iglesia están muy bien integradas en la Anáfora. Contiene las oraciones por los débiles, los oprimidos, los martirizados, los pobres, los refugiados. En resumen, tiene la belleza de la sencillez. La anáfora de Addai y Mari es usada por la Iglesia Asiria de Oriente, y tiene la característica de no contener de manera explícita las palabras de la institución, las pronunciadas por Jesús en la Última Cena (“Tomad y comed, esto es mi cuerpo… Tomad y bebed, esta es mi sangre… Haced esto en memoria mía”). También la Iglesia siro-malabar ha usado la forma tradicional de aquella anáfora hasta el siglo XVI, sin interpolaciones. Pero los teólogos latinos sostenían que sin las palabras de la institución no había verdadera consagración, por lo tanto consideraban no válida la Anáfora de Addai y Mari. Luego, en el 2001, el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, con el consenso de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha reconocido la validez de aquella anáfora, usada desde tiempos inmemoriales también en nuestro Qurbana, el sacrificio eucarístico según el rito malabar.

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Fuente: 30Giorni


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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