miércoles, 16 de septiembre de 2009

La previsión paulina del tiempo de las fábulas

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San_Pablo

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No hay que ser un gran iluminado para darse cuenta de que una construcción sin cimientos es candidata al derrumbe. Las bases firmes no garantizan que el edificio tendrá belleza o funcionalidad, pero esas cualidades no servirán de mucho si falta un buen fundamento.


Seguramente no es así en todas partes, ni en todas las comunidades, pero es innegable que una de las causas del alejamiento y la deserción de la Iglesia por parte de tantos cristianos para unirse a sectas o adherirse a filosofías extrañas, es la falta de bases doctrinales sólidas. Años y años apuntando a la belleza y a la funcionalidad en las catequesis, pero relegando lo más básico: el catecismo.


Muchas horas de encuentros catequísticos destinadas a transmitir unos pocos conceptos que, si bien son verdaderos, no pueden sustentarse sin otros que son fundamentales. Por poner algún que otro ejemplo: Que Jesús es nuestro amigo, es una verdad que debe decirse. Pero hay que enseñar primero quién es Jesucristo. Que la Misa es una fiesta, también puede ser un concepto válido, el cual no puede ser comprendido correctamente sin la noción fundamental de la Misa como Sacrificio de Cristo. Etcétera.


La catequesis es la educación de la fe de los niños, los jóvenes y los adultos. Comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana (CT 18). La catequesis no es tanto una cuestión de método, sino de contenido, como indica su propio nombre: se trata de una comprensión orgánica (kat-echein) del conjunto de la revelación cristiana, capaz de poner a disposición de la inteligencia y el corazón la Palabra de Aquel que dio su vida por nosotros (Benedicto XVI a los Obispos de Francia 14/09/2008).


Pretender que un cristiano se mantenga siempre firme en su fe sin haberlo formado en sus fundamentos es temerario. Pero es lo que sucede con frecuencia. Basta con interrogar a los niños o jóvenes que ya han recibido la catequesis de iniciación sobre algunos aspectos centrales de la doctrina y la vida de Jesucristo, o pedirles que reciten las oraciones más sencillas, para darnos una idea de la realidad de nuestra catequesis.


Libros para catequesis repletos de imágenes, juegos, dinámicas y técnicas grupales, experiencias, celebraciones y un sinfín de propuestas creativas, con un contenido doctrinal lastimosamente exiguo.


Para peor, entre muchos de los catequistas se ha extendido la idea, tomada tal vez de la ciencia pedagógica, de que para enseñar algo a los niños se debe partir de las experiencias de vida de los mismos. Y como éste, hay muchos otros métodos, técnicas y recursos didácticos propuestos en los libros que utilizan los catequistas para guiarse. Quizás todas esas herramientas pedagógicas funcionen de maravilla en manos de expertos en educación que saben cómo utilizarlas para alcanzar el objetivo deseado. Pero nuestros catequistas no suelen tener esas habilidades. En consecuencia, los contenidos a transmitir se pierden en medio de los intentos para cumplimentar los pasos metodológicos que han de darse para lograr un “verdadero encuentro catequístico”.


Ese giro que años atrás quiso efectuarse hacia una catequesis más “vivencial” no siempre ha logrado lo que se pretendía. Porque lo vivencial acabó siendo, con frecuencia, mera expresión de lindos sentimientos, y no pocas veces, sentimentalismo pasajero. Pero lo que más hay que lamentar es la importante reducción de la transmisión de doctrina que se produjo.


Si en esa sintonía de lo “vivencial” guiáramos a los niños a la percepción de lo sagrado, al contacto con el Misterio, ya sería algo. Si les infundiéramos de algún modo la intuición de que en el Sagrario hay una Presencia majestuosa e inefable. Si les ayudáramos a adquirir una especial reverencia hacia las Sagradas Escrituras y lográramos despertar en ellos un interés por su lectura. Si los llevásemos a sentir hambre espiritual. Si los asombrásemos con nuestra actitud de estar en Misa como quienes contemplan un hecho milagroso, estremecedor. Si hiciéramos esto, estaríamos colocando a los niños a las puertas de la catequesis. Aunque no sería aún catequesis.


La constante preocupación de todo catequista debe ser la de comunicar la doctrina y la vida de Jesús (CT 6). Por lo tanto, es inútil querer abandonar el estudio serio y sistemático del mensaje de Cristo, en nombre de una atención metodológica a la experiencia vital. Porque nadie puede llegar a la verdad íntegra solamente desde una simple experiencia privada, es decir, sin una conveniente exposición del mensaje de Cristo (CT 22).


Por otra parte, la Iglesia nos dice que es un derecho de todo bautizado el recibir una enseñanza y una formación que le permitan iniciar una vida verdaderamente cristiana (CT 14). Si la enseñanza y la formación son un derecho que ha de garantizarse, el primer paso para poder hacerlo es la preparación de los catequistas. Que los encuentros catequísticos se desarrollen con una pobre transmisión de doctrina, responde, también, a la insuficiente formación de los catequistas. La Guía para los Catequistas dice que cualquier actividad apostólica que no cuente con personas bien formadas, está destinada al fracaso (GC 19). Si bien la preparación de los catequistas ha de abarcar muchos aspectos, el doctrinal ocupa un lugar central. Han de conocer a fondo el contenido esencial de la doctrina cristiana y comunicarlo luego de modo claro y vital, sin lagunas o desviaciones (GC 23).


Es cierto que en los tiempos que corren no se puede pretender como condición una formación tan elevada en los catequistas que termine haciendo inviable el desarrollo normal de las catequesis parroquiales. Pero también es cierto que hay que hacer algo al respecto, y pronto. ¿Qué sea eso? Es obvio que corresponde a los obispos y a los párrocos determinarlo.


Sin embargo, creo que no es descabellado, en primer lugar, exigir, como un mínimo para ser catequista, el conocimiento cabal del compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, una vida espiritual cuidada y el compromiso de una formación permanente. Y en segundo lugar, devolver su valor a la enseñanza doctrinal, poniendo toda la cuestión metodológica en el lugar que le corresponde.


El Papa, en el discurso citado, insiste en que una esmerada preparación de los catequistas permitirá la transmisión íntegra de la fe, a ejemplo de san Pablo, el más grande catequista de todos los tiempos. San Pablo, en medio de sus preocupaciones apostólicas, y en previsión a lo que vendría, exhortaba a proclamar la Palabra, a insistir a tiempo y destiempo, con toda paciencia y deseo de instruir. Porque “vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos; y, apartado el oído de la verdad, se volverán a las fábulas” (2 Tm 4, 3-4).


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12 Comentarios:

rita_patri ha dicho

Estoy 100% de acuerdo con este articulo, esto mismo plantee yo en una reunion de catequistas y por poco me hechan, me gustaria llevar este articulo para leerlos, mi pregunta y disculpen la ignorancia, quien es el autor de este articulo o es una carta de nuestro Papa, agradeceria me puedan dar esta informacion por que seguro me preguntaran de donde lo saque.
Dios los bendiga

Jerónimo ha dicho

Rita:
El artículo es mío, y lo redacté con la intención de proponer una reflexión sobre este asunto que es vital para la Iglesia. Como Ud. puede ver, me he guiado, además de mis propias observaciones, por lo que dicen "Catechesi Tradendae" (de Juan Pablo II), la "Guía para los Catequistas" (de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos), y el discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los obispos franceses.
Ojalá le sea de utilidad.
Saludos cordiales.

rita_patri ha dicho

Perfecta tu refleccion te felicito que Dios te siga guiando en tu labor.
Bendiciones

Maricruz ha dicho

Tuve el infortunio de haber estudiado doctrina con teólogos y digo infortunio porque me enseñaron a razonar la fe y eso no está bien visto por todos los sacerdotes.
Topé con más mala suerte con el nuevo párroco y el coordinador de catequesis, quienes, escuchándome explicar el pecado original se escandalizaron y me corrigieron en público.
No se por qué temen que la gente razone, que asimile los conceptos fundamentales y los hagan vida, prefieren que no más se aprendan la doctrina de memoria y punto.
De mi experiencia como catequista de adultos durante cinco años me queda la satisfacción de haber escuchado al terminar mi explicación en materia del pecado original cosas como: -"Es que así es más humano, claro que es humano!". Había comprendido perfectamente y era solo una mujer con baja escolaridad y con su bebé en brazos. Sus ojos brillaban y mi corazón se regocijó con la certeza de que lo había comprendido.
Esto es lo que no ven ni los párrocos ni los "técnicos" que desarrollan los programas catequéticos, no lo ven y jamás lo verán porque ni siquiera proponen la fe para ser razonada.
Y cuál fe se puede sostener así?

Maricruz ha dicho

Olvidé mencionar que ahora están muy tranquilos y contentos con su catequista que hace dinámicas de grupo, cartelones, cuestionarios y que sigue el libro al pie de la letra sin ampliar o profundizar de ninguna manera.

rita_patri ha dicho

yo estoy estudiando el seminario y es como que uno ve la catequesis de otro punto de vista y eso asusta a mas de uno, en mi experiencia con jovenes me doy cuenta que a ellos les gusta rasonar y que le cuenten la verdad, pero en mi grupo de catequistas son muy estructurados y no salen del librito y las dinamicas de papel, estaticas que quedan en eso en papel y no en el rasonamiento de la fe.
Bendiciones

Maricruz ha dicho

Jerónimo, la Catechesi Tradendae es tan clara, ofrece tantas pautas tan amplias y valiosas que lo único con lo que consigo explicarme por qué no entran en esa dimensión los que la leen, es que no la comprenden porque tampoco ellos conocen en sus propias vidas de fe esa dimensión.

Por otro lado, cuando me formé con teólogos en la Universidad católica fue precisamente en un curso de extensión de teología para seglares que está a disposición de cualquiera porque es prácticamente gratis. La Universidad invita a los párrocos a enviar a sus catequistas ahí pero nunca he visto que lo hagan.
El Obispo tampoco los urge a ello.

Y los comentarios que escuché del propio Obispo en una conversación que tuve con él durante una visita pastoral, así como los de uno de sus vicarios episcopales y de varios sacerdotes es que se refirieron a nosotros aduciendo que "nos creemos teólogos" y cosa más lejana a esa no puede haber. La doctrina y el Magisterio nos enseña claramente la diferencia entre un laico que profundiza en su fe y un teólogo, me explico?

Estoy empezando a considerar que no solo es urgente la formación de catequistas sino un cambio de actitud radical de muchos de los Obispos ante su ministerio. Si ellos cambian ante la doctrina, los fieles cambiarán.

No creas que no me doy cuenta lo duro de estas palabras pero al punto al que han llegado las cosas es la única posibilidad real que veo para un camino sustancial.

JOJO ha dicho

Solo quiciera añadir que una verdadera catequesis no debe de "obviar" a evangelización fundamental, pues es el proclamación del kerygma la que hace que la semilla del evangelio sea sembrada. La catequesis debe de profundizar la fe, a manera de abono para la tierra, haciendo que esa semilla crezca fuerte y llegue a producir frutos; sin embargo, si no hay semilla sembrada, por más abono que le pongamos a la tierra (al corazón) nunca vamos a ver que la fe germine y de frutos. Muchos de nuestros jóvenes nunca han recibido la evangelización fundamental, solo algo, muy poco, de doctrina. ¿cómo puede crecer la fe en ellos?
AMGD

Maricruz ha dicho

Roberto, me parece que consideras la doctrina como aquello que se le pedía a uno de chico aprenderse de memoria, pero la doctrina no es solo eso, correctamente comprendida es la explicación, profundización y ampliación del Kerygma.

Creo que para empezar, entre nosotros los católicos, existe una gran confusión de conceptos. A veces hasta parece que hablamos lenguajes diferentes, uno el de la Evangelización y otro el de la Teología. No es contradictorio?
O será solo incapacidad mía para comprender lo que se habla? También eso puede ser.

Jerónimo ha dicho

Maricruz:
Es claro que no se trata sólo de la formación de los catequistas. Habría que preguntarse cuáles fueron las causas de esa falta de formación, a mi modo de ver, bastante generalizada. El asunto parece ser demasiado complejo a la hora de analizarlo, por la cantidad de factores que intervienen. Creo que tiene Ud. razón en eso de que la solución debiera llegar de parte de los ministros sagrados, particularmente de los obispos.
Si Ud. echa una mirada a los mensajes del Papa en estos días, verá lo que él les está pidiendo a los obispos. Quizás publiquemos algo al respecto.
Saludos.

Maricruz ha dicho

Jerónimo, gracias por intervenir, a veces en estos sitios me siento como hablando sola, gracias.

Una idea para terminar: en otro sitio hablábamos, no sin que nos diera risa al final, sobre la Nueva Evangelización y sus metodologías, y nos preguntábamos sobre cuál sería la idea de Evangelización que se nos quedó de camino entre Pedro, Pablo, Santiago, Mateo, Marcos... y nosotros.

Hasta la vista, Jerónimo, y gracias de nuevo.

JOJO ha dicho

Maricruz,

No creo que haya confusión de términos. He hablado de "Evangelización Fundamental", es decir el primer anuncio ó kerygma; cuando se habla de Evangelización en general se incluye el kerygma, la catequesis básica y la progresiva, la liturgia, los modos y las expresiones no solo orales. Ver la Evangelli Nuntiandi.

Cuando digo que muchos jóvenes solo han recibido "un poco de doctrina" (verdades de fe) me refiero a lo que ven en las preparaciones para los sacramentos, lo cual muchas veces no llega a catequesis. En efecto la catequesis explica y profundiza en la fe.
La teología es otra cosa, es partir del razonamiento humano (filosófico) para tratar de comprender la revelación divina y las verdades de la fe.

No hago menos a ninguna, pero como se dice: hay que empezar para poder caminar, hay que aprender a gatear, pero ¡primero hay que tener al niño!

AMDG