martes, 14 de octubre de 2008

Falta una evangelización en la que Cristo y su Iglesia estén en el centro

*

Boff_Lugo

*

En la Asamblea del Sínodo de los Obispos que está reunida durante estos días en el Vaticano ya han sido varios los obispos de Latinoamérica que se han referido a los peligros de la teología de la liberación. Del mismo modo, muchos han hablado de aquellos católicos que abandonan la vida eclesial debido a, según palabras del Papa, “la falta de una evangelización en la que Cristo y su Iglesia estén en el centro”. En este contexto, nos parece oportuno rescatar un valioso texto de Vittorio Messori sobre el tema.

***

En América latina, nos dicen, la Iglesia católica «está con los pobres». Pero los pobres no están con la Igle­sia: millones de ellos se han pasado —y siguen pa­sando, miles y miles cada día— a las sectas dura­mente anticatólicas que vienen de Estados Unidos; o, como en Brasil, a los cultos animistas y sincretistas. En el continente que antes era «el más católico del mundo», el protestantismo (en sus versiones «oficia­les» o en las versiones enloquecidas del fundamentalismo americano) está en camino de convertirse estadísticamente en mayoría, si se mantiene el ritmo actual de abandono de la Iglesia romana.

*

Nos encontraríamos frente a uno de esos «resul­tados catastróficos de la catequesis y la pastoral» de los que muchas veces ha hablado el cardenal Ratzinger. En efecto, los que han analizado las causas de la «gran huida» —y que lo han hecho en el territorio, enfrentándose a la realidad, más que a esquemas teó­ricos— han constatado que la «demanda» religiosa sudamericana se dirige a otra parte porque la «ofer­ta» católica no la satisface. En breve: la gente (y más la del mitificado pueblo) ya no está en sintonía con una Iglesia que ha acentuado tanto su compromiso po­lítico, social, de justicia y bienestar terrenales, que ha llegado a ofuscar su dimensión directamente religiosa.

*

En fin, el cura comicial, sindicalista y politizado ya no basta para satisfacer la necesidad de una esfera sagrada, trascendente y de esperanza eterna: de aquí la búsqueda alternativa en sectas que se exceden en lo contrario, rechazando cualquier compromiso con la realidad social, para anunciar una salvación que llegará sólo al final de la historia, en el momento del regreso glorioso de Cristo, o en un paraíso al que sólo se puede acceder por la puerta angosta de la muerte.

*

Como siempre, pues, los efectos concretos se han revelado el exacto contrario de las previsiones de mu­chos. Transformar el Evangelio en un manual para la «liberación» sociopolítica, seguramente gratifica a los teólogos, pero no convence a los que querían «libe­rarse», que por lo tanto se dirigen a otro sitio, donde puedan encontrar satisfacción a su necesidad de ado­rar, rezar y esperar en algo más duradero y profundo que las reformas económicas de siempre. No hace falta tampoco, para conservar a los «po­bres», cierto masoquismo católico actual. Hay frailes, e incluso obispos, que encabezaron movimientos de protesta contra las celebraciones del Quinto Cente­nario de la Conquista ibérica del 1492: escuchándo­los, parece que habría sido mucho mejor dejar a los indígenas de las Américas con sus sangrientos cultos idolátricos tradicionales, sin «molestarlos» con el anuncio del Evangelio.

*

Estamos así ante el espectáculo de hombres de Iglesia empeñados en difamar cuanto puedan lo que su propia Iglesia hizo en el pasado, sin concederle atenuantes históricos y ni siquiera intentar discernir la verdad de la calumnia, la «leyenda negra» de los hechos concretos.

*

Y mientras los católicos así se flagelan, los indios pasan a los cultos de los misioneros norteamericanos: esos que más motivos tendrían para autoacusarse, ya que (hemos hablado mucho de ello), a diferencia de la colonización ibérica, que a pesar de sus errores y horrores llevó a la compenetración de las culturas, la anglosajona llevó al genocidio, al indio aceptable sólo una vez muerto.

*

Pero los pastores protestantes gringos no hacen ninguna autocrítica: anuncian (a su manera) a Cristo, el perdón, la salvación y la vida eterna; y esto es lo que les importa a los descendientes de los indios. Así que en Centro y Sudamérica ya han abandonado el catolicismo unos cuarenta millones de personas. Y muchos más escogen cada día el mismo camino.

***

Vittorio Messori, “Leyendas negras de la Iglesia”

***

7 Comentarios:

humboldt ha dicho

La reforma postconciliar ha destruido el catolicismo en América Latina y la destrucción sigue imparable ante la impasividad del Papa para quien todo se reduce a un debate academico.

Antonio ha dicho

Parece demasiado simplista echar toda la culpa de la descristianización progresiva (en América Latina, y en otras partes del mundo) a la "reforma postconciliar".
Herejías ha habido siempre, y la "teología de la liberación" no es el único movimiento heterodoxo en la historia de la Iglesia.
Se ha tardado siglos en erradicar por completo algunos movimientos heréticos, y no precisamente por la "impasividad" de los Papas.
Siguiendo su línea de argumentación, San Pío V sería el culpable de la "pérdida" de Inglaterra para la fe católica.

humboldt ha dicho

Mientras el CELAM siga siendo un magisterio paralelo al papal, seguiremos viendo la destrucción del catolicismo en América Latina. EL CELAM y la Pontificia Comisión para A.L. deberían ser completamente reformados-

humboldt ha dicho

antonio se equivoca al decir que en A.L hay un proceso de descritianización. No existe tal cosa, porque los latinoamericanos siguen siendo cristianos, pero cada vez menos católicos (gracias al CELAM desde Medellin). Lo que existe es un proceso de descatolicización. Pero como desde Pablo VI la Iglesia, y el Vaticano, están encerrados en su ideologia modernista, no es capaz de ver cual es el problema. JPII casi no hizo nada por erradicar la Teologia de la Liberación, solo dar unos cuantos discursos contra ellos, pero dejo intactas las estructuras del mal dentro la Iglesia.

"No hay peor ciego que aquel que no quiere ver".

Antonio ha dicho

Humboldt:
Me sigue pareciendo algo simplista tu visión.
La situación en América Latina es complejísima: gobiernos anti-católicos (y anti-cristianos), proliferación de sectas (por las que la gente simplemente "pasa" un tiempo, pero a las que no les profesa la menor fidelidad), la teología de la liberación, el "indigenismo", la "europeización" (es decir, secularización) de las principales ciudades y de las clases dirigentes, etc.
A todo esto se suma, sin duda, las debilidades de la Iglesia en América Latina.
Es históricamente imposible que todo se deba "al Concilio Vaticano II", o a tal o a cual Papa.
De todas formas, tampoco voy a negar lo que dice Messori:

"[...] la «demanda» religiosa sudamericana se dirige a otra parte porque la «ofer­ta» católica no la satisface. En breve: la gente (y más la del mitificado pueblo) ya no está en sintonía con una Iglesia que ha acentuado tanto su compromiso po­lítico, social, de justicia y bienestar terrenales, que ha llegado a ofuscar su dimensión directamente religiosa".

O sea, que el Concilio Vaticano II ha sido mal interpretado. Y no precisamente por los Papas. Y esto ha pasado no sólo a nivel pastoral o catequético, sino también a nivel litúrgico.
Se ha ofuscado "la dimensión religiosa" de la Iglesia. Hasta ahí no sólo lo acepto, sino que también lo comparto.
Ahora bien, cuando hablas de una Iglesia y un Vaticano (y un Pablo VI, y un Juan Pablo II, y un Benedicto XVI) "encerrados" en la "ideología modernista" (es decir, en la herejía), me parece que das un paso más, un paso que la Promesa del Señor a Pedro y a la Iglesia no nos permite dar.

humboldt ha dicho

Antonio, yo lo que les critico a los papa postconcilio es que ven todo esto como un problema intelectual, de debate teologico y es un problema pastoral que requiere tomar decisiones profundas.

Antonio ha dicho

Estimado Humboldt:
Si bien no me parece que ese haya sido o sea el caso, ahora comprendo mejor tu postura. Siempre habrá cosas que se puedan hacer mejor, y desde nuestro humilde lugar, quizá la única cosa (única pero muy valiosa) que podamos hacer sea rezar.
¡A multiplicar nuestros Rosarios, entonces!
Un abrazo.